Opinión

Confusiones peligrosas

En un momento en el que la población necesita mucho más de certeza que de incerteza, he aquí que aparecen voces públicas alimentando más bien lo contrario: incertidumbre. Una apuesta que complica aún más la difícil tarea de luchar contra el Covid-19 y de lograr, si no su eliminación, al menos la contención o freno a su expansión. Resulta difícil de asimilar esta realidad, pero es la que estamos viviendo no solo en Bolivia, sino también en muchos otros lugares del mundo, todos agobiados por el nuevo coronavirus.

Una de las muestras más reciente de este absurdo desacierto la dio la semana que acaba la principal autoridad del gobierno local de la capital cruceña. A contrapelo de la posición asumida por profesionales y trabajadores en salud, incluso contraria a lo expuesto por el Comité de Operaciones de Emergencia Departamental (COED), a favor de la cuarentena rígida y obligatoria por otro periodo de 14 días, la alcaldesa de Santa Cruz de la Sierra ha decidido reducir las restricciones aprobadas por ella misma hace una semana, cuando dio la voz de orden para limitar los horarios de circulación en la ciudad.

Es cierto que hablar de una nueva cuarentena en Santa Cruz (y en el país) no es fácil, pero parece pesar más en este momento la impopularidad de la medida, antes que la dificultad de hacerla cumplir. Una impopularidad con la que no están dispuestos a lidiar los que hoy son, además de autoridades o funcionarios públicos, candidatos en carrera para disputar las elecciones municipales y departamentales convocadas para el 7 de marzo próximo. Es el caso de la alcaldesa cruceña y de muchas otras autoridades-candidatas, no solo en el plano local, sino también nacional. También de otros apenas candidatos, pero estos casos no representan el mismo peligro que los primeros, porque no tienen poder de decisión.

Un peligro que ya no se cuantifica únicamente en pérdidas económicas, sino en pérdidas humanas. Un extremo por demás grave que debería marcar una diferencia central en el anuncio de medidas como las comentadas aquí. Lamentablemente, no hay ese cuidado. Y peor aún: se está recurriendo a argumentos que tienen aparentemente sustento médico, como los defendidos en el caso de la Alcaldía de Santa Cruz de la Sierra, pero que pueden ser rebatidos de inmediato con los reportes oficiales sobre los casos Covid-19 dados por el COED al final de cada jornada. De hecho, el Sedes ya rebatió lo dicho por la Alcaldía con cifras que demuestran que no es real el aplanamiento de curva aludido por ésta.

El argumento municipal es que esas cifras muestran mayor número de casos confirmados de Covid-19, porque se están haciendo más pruebas para detectarlos. Es cierto, hay más pruebas a diario, admite el Sedes, pero lo que la gente de la alcaldía parece no ver es el tema de fondo: que hoy hay una mayor población circulando que a mediados de 2020, lo que aumenta la transmisibilidad del virus. En junio o julio del año pasado, menos del 40% de la población estaba en las calles. Había un temor mayor al contagio y más respeto a las restricciones impuestas por la cuarentena rígida y luego flexible. Ahora, casi el 100% de la gente está en las calles, más expuestas a contraer y contagiar el virus.

Esta comparación, solo una muestra de todas las contradicciones que pueden ser vistas en las diferentes acciones asumidas por las autoridades de los tres niveles de gobierno en el manejo de la crisis sanitaria. Contradicciones que pueden costar caro a todos, no solo a esas autoridades o funcionarios, ya que confunden y no permiten tener en claro el peligro real que representa el coronavirus, que además va mutando, alterando la sintomatología y complicando todavía más la ya difícil tarea que enfrenta el personal de salud que lucha en primera fila contra la enfermedad. Personal diezmado, de yapa: más del 40% ha sido dado de baja, víctima del Covid-19.

Si sumamos el aumento de casos al riesgo de mayor transmisión, más el cada vez mayor número de bajas en el sector llamado a curar a los pacientes Covid-19, el resultado es de terror. Esto sin contar otro factor poco comentado, pero de vital importancia, como es el de la enorme dificultad que tienen los trabajadores en salud para detectar a tiempo el virus. Ni siquiera la famosa PCR, menos los otros estudios de laboratorio como el de Elisa, son en este momento decisivos para confirmar o descartar casos Covid-19. “Parece que el virus está jugando a las escondidas con nosotros”, me dijo una emergencióloga. Hoy, el diagnóstico más fiable está en el análisis clínico, paciente por paciente.

En resumen: la situación es realmente grave. Por ahora, no queda otra opción que la de asegurarse con el cuidado propio, el autocuidado o el autoconfinamiento, como se ha dado en llamar ahora a la decisión de quedarse en casa todo cuanto sea posible, más allá de lo que digan o hagan, callen o dejen de hacer, las autoridades de los tres niveles de gobierno. Una advertencia lanzada no para generar pánico, sino más bien conciencia.