Opinión

Más allá de la disyuntiva electoral

Maggy Talavera

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A una semana de las elecciones municipales y departamentales convocadas en Bolivia, un ambiente enrarecido se impone al aire festivo que debería estar imperando en todos los rincones del país. Y no, no es culpa apenas de la pandemia sanitaria y de los estragos que continúa provocando el COVID-19 con las nuevas y más agresivas variaciones de un virus que no termina de ser comprendido por la Ciencia. La pesadez en el clima electoral viene también de la mano de los propios actores políticos, tanto de los que se presentan como los administradores del proceso, como de los propios candidatos, operadores y electores.

Unos y otros han fracasado en la tarea central de garantizar un proceso mínimamente decente, volcado al interés de los electores. Comenzando por el TSE, que solo en las 48 últimas horas ha aprobado dos medidas que alteran el panorama electoral en La Paz y en Cochabamba, al inhabilitar a los candidatos a alcaldes del MAS en la primera, y de Súmate en la segunda. De inicio se puede deducir una acción “equilibrada” del TSE, que expone dos causales diferentes para ambas inhabilitaciones, pero es difícil soslayar otra lectura, marcada por las dudas sobre el accionar del Tribunal.

Dudas que se arrastran desde el inicio de la nueva gestión del TSE a la cabeza de Salvador Romero, surgidas sobre todo por su negativa a una nueva auditoría al padrón electoral. A ello se suman cuestionamientos sobre su inacción frente a procesos iniciados para anular la candidatura del MAS o castigar su sigla por inobservancias a la Ley Electoral en la pelea electoral del año pasado, todos ellos rebatidos por los voceros del TSE, a los que no les faltan, hay que aclarar, adhesiones y voces de aprobación.

Sus últimas dos decisiones, sin embargo, siguen sembrando dudas, porque la primera no golpea al MAS en La Paz, como sí la otra a Súmate en Cochabamba. En el primer caso, el candidato del MAS, Dockweiler, tiene solo 24% en intención de votos según la última encuesta, menos de la mitad de Iván Arias, su principal contendor. En el segundo caso, el candidato de Súmate, Reyes Villa, está con más de 56% de intención de votos, casi tres veces más que su contrincante masista, que aparece segundo. Una jugada maestra en ajedrez, como lo dijo Andrés Pucci tras conocer ambas noticias: sacrifican un peón, con tal de comerse una dama. Ya está.

Es verdad que acá estoy hilando fino, pero es inevitable hacerlo, dado todo lo vivido y visto estos últimos años en Bolivia, en los que el MAS ha logrado siempre zafarse del control y del peso de la ley, ¿o no? Al final, parece nomás que nos hemos acostumbrado a vivir en una democracia a medias, por no decir ficticia, en la que las leyes y los derechos se cumplen según la conveniencia del gobierno de turno. Acá cabe aclarar además que es así no solo por la inoperancia o sometimiento de otros poderes del Estado al partido del gobierno central, sino también por la inoperancia de todos los otros agentes políticos, tal como lo ha señalado tan bien Vasileiv Crispin Seone en un su más reciente artículo.

“Los agentes políticos se han encargado de quitarle la esperanza al ciudadano de a pie”, dice Crispin al responsabilizarlos del “vaciamiento ideológico, político y moral” que marca hoy toda y cada coyuntura política. Un vacío más notorio que antes en la actual campaña electoral, en la que parecemos todos curados de espanto, ya que no reaccionamos como deberíamos frente a estrategias o prácticas deleznables como las que hemos podido ver en Tik Tok (las de “tío Johnny” o “tío Cash” son de espanto), otras en la guerra sucia (vomitivas y crueles) y las ya tradicionales de la prebenda (desde tu kilito de azúcar, hasta un celular inteligente o un lote en rifas amañadas).

Un vaciamiento ideológico, político y moral que nos llevará a votar más por descarte, que por convicción, debiendo enfrentar otra vez la disyuntiva de optar por lo viejo (y lo malo) conocido, o por lo aparentemente nuevo o distinto (casi un salto al vacío). ¿Hasta cuándo seguiremos enfrentando así cada proceso electoral? La respuesta no parece ser otra: será así hasta que no seamos capaces de romper este círculo vicioso de esperar cada elección para ponernos a pensar en serio en la política y los políticos, en nuestro propio ejercicio de ciudadanos conscientes y comprometidos con la democracia. Una ruptura que, puede estar seguro, no vendrá de los principales actores políticos y sus partidos.

Siguiendo la reflexión de Vasileiv Crispin, es posible alentar esa ruptura desde dentro de las universidades y escuelas, de la mano de investigadores, docentes y estudiantes que sean capaces de poner en valor y vigencia las Ciencias Sociales “que son las que proveen las facultades intelectuales, políticas y culturales que ayudan a explicar y ordenar racionalmente el mundo social”. Sin este paso fundamental, me temo que no habrá cambio posible y estaremos repitiendo hasta la eternidad los males padecidos aun hoy.

Santa Cruz de la Sierra, 26 de febrero de 2021