Opinión

Noche de amor, día de paz

Por Maggy Talavera (*)

Las fiestas de fin de año me llegan siempre envueltas en un manto de misterios marcados por un toque mágico que sabe a milagros, como el de hacer renacer la esperanza en otro mundo posible. Un mundo como el recreado por el padre Piotr Nawrot en su mensaje de fin de año, en el que la vida vence a la muerte, el bien al mal, la solidaridad triunfa sobre la indiferencia, la verdad elimina al engaño y el amor reprime al odio. Para muchos tal vez solo una ilusión, un ideal imposible de alcanzar desde este mundo real marcado por todo lo opuesto: la muerte, el mal, la indiferencia, el engaño y el odio venciendo batallas.

Por eso hablo de misterios, magia y milagros, porque por sobre ese mundo real se monta el imaginado en las fiestas de Navidad y Año Nuevo, en las que fluyen con fuerza valores humanos y religiosos como los de solidaridad, generosidad, alegría, esperanza, caridad, paz, perdón, unión familiar y muchos más. Es fácil comprobarlo. Basta un somero repaso a nuestras agendas y a las que marcan la rutina de amigos o extraños: están copadas por todo tipo de actividades altruistas que van desde campañas masivas hasta acciones muy privadas, personalísimas, pero que tienen el mismo propósito, dar amor, pan y esperanza.

No hay un solo espacio que esté libre de esas manifestaciones de solidaridad activa. Están presentes en las diferentes iglesias, en los clubes de amigos, en los grupos de trabajo, en los chats institucionales y otros más bien informales. Doy fe de ello compartiendo más de una campaña solidaria, entre las que destaco una vivida con mi Comunidad Iguales y que nos dejó huellas profundas en el alma: la visita al Hogar María Inmaculada y el tiempo disfrutado con el medio centenar de niñas, adolescentes y jóvenes que han encontrado allí el cobijo y amor de hogar que les es negado por este mundo real.

Otra vez el misterio, la magia y el milagro de amor revelándose en tiempos de Navidad y en la víspera de un nuevo año. Un sacudón en nuestras vidas que va más allá de apenas la visita ocasional por unas horas y que nos inspira a asumir un compromiso de largo aliento con cada una de esas cincuenta y ocho mujeres que también sueñan con otra vida posible aquí y ahora. Y tal vez aquí resida el gran misterio para la materialización de ese otro mundo posible: que la magia movilizadora vista durante las fiestas de fin de año no acabe junto al año que se va, y sí se mantenga activa a lo largo del año nuevo que se inicia.

Ese debería ser un propósito de vida a asumir en lo personal, pero también de manera colectiva. ¿Se imaginan cuántos logros se pueden alcanzar cada año, si toda la energía y el rescate de valores altruístas visto en este tiempo de Navidad y Año Nuevo se reproducen mes a mes, ininterrumpidamente? Logros concretos que se pueden medir en cada vida rescatada del olvido o de la muerte, pero también en cada guerra evitada, cada pandemia vencida, cada crisis económica superada y todo acto de corrupción frenado y castigado. Es un ideal realizable, un sueño posible para una fuerza humana hoy frenada, no porque los malos sean más que los buenos, sino apenas porque parecen estar mejor organizados.

Un ideal o un sueño a realizar partiendo de un propósito simple, sencillo, que se me antoja sugerir desde una inspiración que me llegó por un envío musical: la versión original del tradicional villancico Noche de Paz, escrito en 1816 por Joseph Mohr y cuya melodía fue compuesta por el maestro Franz Xaver Gruber en 1818. Hago un juego de palabras con el primer verso, “noche de paz, noche de amor”, y digo que venga primero la noche de amor para dar paso luego al día de paz. Y que el amor sea noche y sea día, así como también la paz sea día y sea noche, e inunden nuestros corazones, recorran nuestras venas y se instalen de manera definitiva en nuestras almas.

Paz, que te quiero dentro. Amor, que te quiero vivo. Paz y amor en nuestros días y noches para despedir a este 2022 tan complicado y a la vez tan generoso en caricias para el alma, así como para recibir a 2023 con el mejor de los ánimos y esperanzas de un año mejor.

(*) Publicado en El Deber y Los Tiempos, domingo 25 de diciembre de 2022