Opinión

Siempre puede estar peor

Por: Maggy Talavera

Una pena tener que arrancar este artículo con un titular tan pesimista, pero por mucha vuelta que le dé al asunto, no hay otro mejor para resumir en una breve línea la sensación que me pesa en los talones, de cara a la coyuntura política y social que vivimos en Bolivia. A menos de un mes del shock que representó para muchos el resultado de las últimas elecciones generales, en las que el MAS surgió como ganador con un impredecible 55,1%, nada parece haber cambiado en el bando opuesto, en ese amplio y confuso abanico de organizaciones políticas que se dicen opuestas y contrarias al masismo.

Si antes del 18 de octubre decía yo que estos opositores parecían haber nacido en 2020, ya que sus actos y decisiones los mostraban como desconocedores del enemigo que iban a confrontar, ahora debo decir que parece que han nacido después del 18 del mes pasado. ¿Qué otra explicación se puede dar a la actuación de esos opositores, a los que la vergonzosa derrota parece no haberles afectado, ya que están ahora mismo repitiendo la montonera de desaciertos cometidos a lo largo del último año? Dos principales: la falta de voluntad para articular un frente político, que evite la dispersión del voto; y la nefasta práctica de la guerra sucia entre quienes deberían estar apostando por esa unidad.

En realidad, no creo que sea ignorancia. Es difícil creer que no se hayan percatado de uno de sus peores errores: la incapacidad de articular al menos un frente entre dos o tres candidaturas que tenían más cosas en común, que factores que los distanciaran. Una falla atribuida más a intereses mezquinos, de egos o de grupitos, que a temas de fondo. Saben que fraccionaron el voto de quienes jamás votarían por el MAS, un instrumento de poder que no se cansa de dar muestras de su carácter antidemocrático, sea bajo el mando de Morales, sea ahora bajo el mando de Arce. Y a sabiendas de ello, optaron por la división.

Si ya les fue mal en octubre pasado, les puede ir peor en las próximas elecciones para los gobiernos departamentales y municipales. Casi puedo anticipar que así será, luego de ver en las últimas horas cómo han comenzado a aparecer como hongos los nombres de pre candidatos a gobernadores y a alcaldes, sobre todo en los departamentos y municipios del eje central. Cómo, además, han comenzado a aparecer declaraciones descalificadoras de unos contra otros, marcando no una cancha de fútbol sino un ring de boxeo, lo que de inicio abre un abismo difícil de vencer para posibles negociaciones o acuerdos futuros. Es decir, en otras palabras, reeditando lo mal hecho luego de la crisis de octubre de 2019.

Lo más triste es que las consecuencias de esos errores reincidentes no recaerán apenas en los tozudos actores políticos de “oposición”. Lo harán también en el grueso de la población que los miran expectantes, entre esperanzas y desesperanzas, como ya puede percibirse tras los primeros incidentes violentos vistos en El Alto y La Paz estos últimos días. Los golpes y heridas provocados por el abuso de poder que esta vez llega recargado de resentimiento y sed de revancha por la derrota del MAS en noviembre del año pasado, no serán apenas padecidos por los opositores políticos, sino por cada ciudadano libre que pretenda resistirse al control político que va mucho más allá del masismo en Bolivia.

El caso protagonizado en las últimas horas por Jorge Valda, el abogado que patrocina al Comité pro Santa Cruz, es apenas una primera muestra de lo dicho. Valda fue retenido ayer sábado por policías que le observaron una supuesta “conducción peligrosa”, algo que resultó ser apenas un ardid para llevarlo a la Felcc, ganar horas y forzar su traslado a La Paz, bajo una orden de aprehensión emitida el 5 de este mes de noviembre, por un caso de supuesta ganancia ilícita. Pese a que ayer mismo se suspendió esa orden y se dio una acción de libertad en favor de Valda, lo que impediría su traslado a La Paz, el abogado terminó siendo conducido nomás, a la fuerza, a la sede de gobierno.

No me digan que no suena a historia conocida. No me digan que sorprende este hecho. Ni me digan otra vez que el MAS de Arce será distinto al MAS de Morales. Ya estábamos mal antes de Arce, y sin duda podemos estar peor. No es una cuestión de pesimismo gratuito o absurdo, o sin sentido. Es la constatación de la realidad tal como es. ¿Será posible que los llamados opositores sigan de espaldas a esta realidad? ¿Qué tiene que pasar en el país para que finalmente esos “opositores”, la sociedad en su conjunto, los mismos militantes o simpatizantes del MAS reaccionen y eviten el descalabro que se avecina?

No sé qué es lo que hace falta para que terminemos de darnos cuenta que lo que está en juego no es solo la victoria o derrota de un partido político, sino nuestro propio destino como país y ciudadanos libres de dictaduras que van de la política al crimen organizado internacional.